miércoles, 23 de abril de 2008

Martillo




Un hombre ha caído entre la noche. Suspendido en mis brazos por lágrimas de coincidencia. Las mías eran por un piano hermoso y las de él por una supuesta psicosis. Así me lo llego rogando, mientras yo le rogaba que no mostrara más su boca en blanco. Blanco fácil para una aquí adormecida entre la confusión de una güera, un enojo, un tatuado y un hombre enamorado. Así que me oscila la mano entre un nido ajeno, mientras la conciencia me enciende el corazón perdido hacia el constructor de ilusiones de niños. Quien haya usado ya mi cabeza sabrá de distinciones ajenas, más cuando la ha usado mi propia cabeza perversa, me dice la una con otro entre las manos resecas. Así le tocaré entonces un soneto en discordia. Por la manía del pensamiento que al amanecer me dejará presa en un beso honesto, beso mueve todo el amor de mi cuerpo, será entonces mi beso argentino blasfemo, por circunstancia del obvio, hacia donde la mente proyectará que un hombre caído en mis brazos sea uno que ya no este llorando.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Simplemente excelente

(Diego Loayza) Oneiros dijo...

Indudablemente tienes todo un estilo: me gusta mucho, es definitivo.