
Drenada.
Ahora.
Me tengo desde la piel un puñado de cristales diamantados, incrustados desde días en donde mientras tanto solía ser de caballeros… aquellos en alta mar siempre en busca de hacer rumbo por un pueblo conquistado. Me tengo las marcas de convento hacia el tiempo en que fui monja… arrepentimiento.
Ahí, donde los sacramentos endulzados de pacientes cuervos eran, por manías de seguir entre la piel de los diamantes incrustados, siempre en repetición, hacia una alternativa en lo desconocido de aquello que por momento se tuvo, aquel lugar hacia el cual desde siempre decidieron nunca tomarlo. Mentiras de halcones que tuercen el intelecto diciendo que los mundos paralelos han sido asfixiados dejando atrás el interés por sus elementos. Que de nombre me he cambiado, de estatura me he dejado, de poniente ahora voy comenzando, porque la manera impetuosa es de alguna en desperdicio humano, porque así han sido tomados por la fuerza de la conciencia que en sus labios ha tatuado… el tatuaje de orden, denle manca al cuervo, salud de por vida, mirará que los poemas se le den de por entre los humos que nublaron ya su vista hace algunos años. Mirad todos que ha llegado la hora en que aquella se ha perdido en los primeros ojos claros, que si por entendimiento la felicidad le faltaba agregar a sus pasos, ahora viene por conciente uno que nunca para de reír ni por el funeral en el que se le ve pasando.
Drenada.
Por los brazos de piratas bárbaros.