miércoles, 14 de enero de 2009

Ishtaritu



Un plumaje alto y vago descendía por su cuerpo de sirena, la cabeza prendida en llamas dejaba caer un orgasmo. Entre lágrimas añejadas le veía recordar la nostalgia de sus piernas bailarinas, aquellas ya no danzan como antes, hoy son espíritu, han descubierto la melodía de una nueva rima.

Me contaba que su vagina era de tacones honestos. Le veía como un ave del paraíso que en los hombres desnudaba el deseo. Mujer de plata que por las calles drogaba los senos, hoy es mi maestra, espíritu sagrado que las puertas de mi alma han consagrado.

Yo nunca he sido una mujer de calle, he deseado serlo para salir a olvidarme de las manos atadas que hacen arder mi cuerpo. Pero aquella con su sonrisa me lo evita, me evita el vender mi alma al diablo y perderme de la gloria invicta. Dice que la gloria se anida en el escrúpulo olvidado, en la carne trémula que ha dejado los escalofríos para otros brazos, habla de una amor mundial que unirá los corazones olvidados.

Ella no quiere que yo sea puta, quiere que sea vientre puro. Ella es madre ancha de pechos vastos, yo tengo miedo de mis pechos pequeños porque éstos no darán abasto. Por eso quiero ser de todos, una ishtaritu que consagre su vida a las historias de la sacerdotisa y el faraón nunca amado.

Y como en aquellos ritos mesopotámicos, siento la necesidad de prostituir mi cuerpo a lo sagrado. Ella me arranca la mente confundida... Así, con sus palabras de ángel he podido volar por los mares más profundos y dejar que los tiburones me acaricien la carne, me ha podido entrar una tortuga a las entrañas y han jugado con mis pechos los millones de peces que están a mi lado. Con sus palabras me hice el estómago de escorpión, besé un camello santo y la serpiente crucificó mi abrazo. Con sus palabras los escarabajos me recorrieron el cuerpo muerto, conmigo volaron, aterricé en los ojos profundos de un puma que me hizo el amor como dos enamorados. Con sus palabras mi cuerpo se convirtió en cuerpo de león y pude salvar a un venado, pude correr entre la selva jadeando hasta elevar mis garras y en águila salir volando. Con sus palabras dancé con el leopardo convertida en una diosa maya de plumaje alto, al subir la pirámide y abrir mi pecho para derramar en el pozo a todos los animales que me habían tocado, descubrí que aquel plumaje que ella había recordado no era de vedet ni de canto… Con sus palabras me fui volando para encontrar mi cuerpo blanco tirado en el pasto, el sol deslumbraba mi asombro y a mi lado la mano de aquel ser hermoso me estaba tocando; al verlo supe que era mi compañero de vida, aquel hombre de ojos azules y barba de tantos años me había estado esperando; un giro intenso me hizo recorrer mis manos por su espalda hasta llegar a sus palmas y juntar nuestros cuerpos que se convirtieron en ave y… volamos.

Ella sabe que mi corazón es un verde retoño de una abuela lunar que en mono ha venido a salvar el mundo.

Yo no quiero ser animal, yo quiero seguir llorando…

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