viernes, 19 de diciembre de 2008

El Guardián





Eres, para la punta del cerebro absurdo, una interpretación armónica de un sueño mojado. Intrigante por estruendos encontrados, hacen torcer la mente añosa de palabras que tus labios han callado. Porque acariciarte las hojas entrañadas es perderme entre las venas de un pez alado, es pasear dentro de un camino empedrado, es derrumbar el diccionario de voz nocturna que dictaba mal frases en mis manos.
Inmóvil eres al derrumbar los dedos ansiosos, los ojos cerrados, los rocíos negados… Porque al alejarme, la felicidad impronta me pasó por la cara mal curtida, por el reflejo de un día olvidado cuando la noche me hizo luna y el sol se fue volando.

Al abrir los ojos dentro del súbito engaño estabas, con sonrisa que estallaba el desierto y que en bosque hoy a regresado. Porque el tiempo de nieve trae consigo una piel desnuda a mi sentir, un olor fresco de mañana y un ímpetu a discernir. De la oscuridad se ha desplegado una luz hermosa que tiene por cara tu rostro y por cuerpo tu rugir. León marino, eterno has llegado en líneas inadvertidas de colorido inusual, te has llevado la noche escasa regresando a las estrellas el porvenir. Por eso la navidad me sabe a tu abrazo, a las palabras tuyas que me han hecho reír, a las tantas otras que mis lágrimas han desatado y al intenso poema de siempre que despliega sentimientos en mi. Serás, por siempre, aquel espacio tónico que vigorizante se asienta en el corazón mío, en el de cualquiera, en el de nunca, en el de las horas inciertas. Porque eterno es el azul de tu agua vasta que sin causa, ni motivo, sigue inundando en tu profunda mirada un amor que has prometido a miradas ciegas desde el pecho hasta llegar el fin.

Eterno es el retorno que escucho, por el susurro convexo, que la liniedad no controla el infinito de tu rostro en el mío, que cortas las historias cuando tu aliento choca con la vértebra que en el corazón anido, que esperaré cincuenta noches seguidas a que tu brazo tatúe en su historia un movimiento perfecto de verano, así seré Perséfone en primavera eterna, entre tus brazos dejaré caer una lágrima de lluvia ancestral pactando la decadencia de los siglos. Y si la lluvia no responde ante tu corazón leónido, dejaré que la estela nos caiga brisáica en los dedos del desdén. Caminaremos por el tercer sendero que nadie ha visto, ultrajaremos a las novias sin cabeza pintando burbujas de cadencia sin perder… que los muertos son el beso antiguo y la mortaja el anillo que nos hará crecer. Las uniones son de vida y muerte, por eso del inframundo hoy te visito al atardecer, porque angelical te me has caído, me has prensado la vida y me has dejado colapsando con mariposas entre mi ser.