viernes, 20 de junio de 2008

Asesina en Serie







Las luces de patrulla me causan un vaivén entre las piernas, me hacen sentir intrusa, de una escena criminal de la que siempre salgo corriendo. Ni de asesina le atrevo las ganas al ímpetu que me de cualquier reflejo, porque aquí sentada siempre espero, que la víctima llegue a mis brazos primero… sentada siempre, anhelando que me mate a mi antes, que me mate a mi muy lento. Ya lo dijo cualquier hombre que me anima, es mejor dejar las penas llegar primero que buscarles para amargar más el momento. Y aún así les busco de mañana, porque el mañana nunca llega, porque vivo en el pasado de mis presentes recuerdos. Me gusta así estar entre la nada, ser parte del todo que me quite la última voz de una cachetada, porque así comprendo que la vida es complicada, porque así le entiendo y descubro que sigo aquí callada. Por momentos se me amarga el ego por dejar que ésta me pase airosa sin dejar tatuado mi cuerpo, se me caen los cuentos de siempre cuando la narración tediosa me deja latiendo, se me hacen largos los días, porque a mi lado no tengo a quien contarle lo que me dicen los sueños. Ya entonces decido pintarme las uñas y platicarle historias a mis dos lindas perritas, porque aquellas se han hecho mis hijas después de dos divorcios que he tenido frente al espejo, porque estás siempre escuchan y no juzgan lo mal que he decidido hacerlo. No juzgan el porque de ser una asesina en serie, no hablan de las atrocidades que me pertenecen, porque yo pertenezco a un grupo de matones y nunca he decidido matar a los personajes que llevo dentro. Porque a la única que me gusta matar es a la sombra que acosadora me persigue, porque aquella no tiene nombre, anónima es como todas las que por mi cama se han quedado destruyendo.

viernes, 6 de junio de 2008

(suicidée).*





Tengo dos tentáculos en el índice izquierdo. Arrancármelos mata la supremacía del sentirme estudio teratólogo de una cabeza de león que no tengo. Los tatuajes, esos son de automutilación histórica, lo de las bolas en los dedos arrancarme es por vanidad propia. No soy mutiladora, soy un número cualquiera que nunca marca la hora. Ya me han llamado en la calle hija de cualquier pastiche, no por ser hipster, creo que por las estampas de pudor que se me fueron cayendo mientras cruzaba tu mirada. Huelo raro después de despertar en otra cama, me pica el cuerpo por no haberme bañado en dos lagunas de agua inspirada. Siempre tengo pelos en las rodillas de tanto decir la verdad al rasurarme y no ser atinada. Mi ropa limpia tiene un peculiar olor a colilla mojada por fumar tanto con las puertas abiertas de mi cama. Porque aquellas siempre están abiertas, esperando, una mirada que me invite a cerrarlas y quedarme sentada. Porque le juego siempre a la heroína que tiene conexión con cualquier taza lavada, pero yo nunca lavo los platos, las uñas mal cortadas se me desgastan. Soy la de conversaciones nunca amables, siempre compito por tener el mejor argumento elevado que te envuelva para que te quedes entre mis entrañas. Ya la necesidad del otro me ha ido curtiendo, porque no creo en la perfección de mi persona sin otro aprobando mis secretos de media mañana. Un día me tomaron una foto y salí tirada en una escalera por dirección del fotógrafo, ahí me sentí completa, desvalorizando el recuerdo de haberme caído un día en ese pozo de despedidas atrasadas. Porque nunca me atraso, más que en encontrar a la persona adecuada. Y sigo soñando… llegarás un día a besarme mientras yo no este poniendo huevos de pascua. Posiblemente un día salga de la jaula que cuelga ropa ajena a la tuya que lavaba. Posiblemente ya nunca me corte el pelo ni me forre de piel negra para arañar las miradas…